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06 de Diciembre, 2008 · General

INVESTIGACION PETRA parte uno 1


Petra destaca por sus impresionantes construcciones, especialmente sus tumbas, excavadas en la roca y a la que se accede por el no menos espectacular desfiladero del Siq. Pobladas hacia el siglo VI aC por los nabateos, entremezclados con los edomitas bíblicos, eran unos nómadas del desierto arábigo que inicialmente se dedicaban al saqueo de las caravanas especieras, para acabar controlando las rutas comerciales que venían de oriente. Tienen su momento de esplendor entre los siglos I aC y dC, bajo la dinastía de los Aretas, cuando Petra ofrecía la posibilidad de almacenar grandes cantidades de mercancías, acortando así las tremendas distancias existentes entre los puertos del golfo Arábigo (Gerha, Hadramut, Labea) y del mar Rojo (Aqaba, Leucé Comé) y sus lugares de destino en Egipto, Líbano y Siria hacia occidente.

Según refiere una cita de Estrabón, las especias eran llevadas desde Leucé Comé a Petra, y desde allí a Rhinocolura, en Fenicia, cerca de Egipto, y desde allí a los otros pueblos. Las rutas de las caravanas especieras, a las que se refiere la cita, pasaron durante muchos años por este legendario y mítico lugar en los aledaños del desierto, Petra.

Habitada desde el diez mil antes de Cristo (pues restos del paleolítico superior así lo atestiguan) la zona en la que se asienta está enmarcada en las montañas que bordean por el este el Wadi Arabah, la prolongación del valle del Rift desde el golfo de Aqaba hasta el mar Muerto. A lo largo de la historia vivieron aquí varios pueblos, entre los que cabe destacar los edomitas bíblicos, pero hay que esperar al siglo VI aC para tener la primera noticia de los nabateos, unos nómadas del desierto arábigo que se dedicaban por entonces al saqueo de caravanas.

Forzados a emigrar hacia el norte por la presencia de tropas babilonias en sus tierras, se encontraron con el reino de Edom en plena decadencia. De una manera lenta, pero sin pausa, debieron mezclarse con los edomitas y hacia el siglo IV, siendo ya el grupo predominante, se instalaron a las orillas del Wadi Mousa.

El historiador romano Diodoro nos recuerda que durante mucho tiempo Petra fue simplemente una roca extremadamente dura pero sin muros donde viven unos árabes llamados nabateos. Petra ofrecía la posibilidad de almacenar grandes cantidades de mercancías, acortando así las tremendas distancias existentes entre los puertos del golfo Arábigo (Gerha, Hadramut, Labea) y del mar Rojo (Aqaba, Leucé Comé) y los lugares de destino en Egipto, Líbano y Siria, al tiempo que controlaba las fuentes de agua en un amplio espacio.

El Reino Nabateo

El judío Flavio Josefo es el primero que relaciona el nombre de un rey, Aretas III, con la ciudad de Petra. Este monarca aprovechó la debilidad de los reinos lágida (Síria) y seleucida (Babilonia), desgastados por interminables enfrentamientos mutuos, para llevar su país a la máxima extensión.

De una tribu seminómada asentada en un pequeño poblado fácilmente defendible se había pasado, en el transcurso de 200 años, a un reino que iba desde Rhinocolura y Aqaba hasta las inmediaciones de Damasco, y por la península arábiga se extendía, siguiendo la línea de la costa, hasta Hegra (Medain Saleh); y la capital de ese reino estaba adoptando el aspecto que la convertiría en un conjunto artístico y paisajístico único en el mundo.

No pasó, sin embargo, mucho tiempo hasta que Roma puso su mirada en la próspera ciudad. Josefo narra un intento fallido de Pompeyo de conquistar su territorio. Las tropas romanas tuvieron en la árida región el mayor enemigo y todo acabó con la firma de un pacto. La alianza de Malico I (56-30 aC), sucesor de Aretas, con los partos demuestra un importante margen de maniobra mientras los romanos están inmersos en la guerra civil. Mas cuando Augusto asume el poder definitivamente, desde Roma se van a regir los acontecimientos de Petra, al igual que en todo el Próximo Oriente, aún no formando parte del Imperio.

Buena prueba de ello es lo que cuenta Estrabón: Aelio Gallo, procónsul de Egipto, intentó llegar al sur de la península arábiga durante el reinado de Obodas II (30-9 aC). El guía nabateo que llevaron, un personaje llamado Silaeo que pretendía el trono, fue acusado de traición y ejecutado en Roma debido a unos confusos sucesos, que muestran el desesperado intento nabateo por mantener sus rutas comerciales fuera del alcance romano.

Augusto confirmó en el trono a Aretas IV (8 aC-40 dC) como sucesor de Obodas y Petra pasó a ser de hecho un reino asociado al Imperio. Durante ese tiempo la urbanización de la ciudad alcanzó lujosas proporciones y se atribuyen a ésta época las grandes obras hidráulicas. Con Malico II (40 - 70 dC) el comercio entró en un proceso de recesión a causa de la flota romana, que abrió una ruta a través del mar Rojo hacia las costas egipcias y de allí, por el Nilo, a Alejandría.

Rabel II fue el último rey de Petra. A su muerte, el año 106 dC, y como si de algo previamente pactado se tratase, Trajano ordenó al gobernador de Siria, Cornelio Palma, que tomara posesión del reino y lo incorporase a la provincia de Arabia, con capital en Bosra (Siria). No se produjo ningún tipo de lucha entre nabateos y romanos; la dependencia de Roma estaba tan asumida que todo debió consistir en la formalización legal de una situación preexistente desde tiempo atrás. Quizá se repitió aquí la figura legalista que usó Atalo III de Pérgamo dejando su reino en herencia a los romanos.

La Ciudad

La Petra que encontró el gobernador romano debió resultarle sorprendente. Ante sus ojos aparecía un amplio número de tumbas monumentales, con fachadas dignas de cualquier palacio helenístico, que rodeaban casi por completo una ciudad de casas sencillas y pequeñas.

Actualmente se accede a la ciudad, centrada en un espacio abierto circundado de impresionantes colinas rocosas, desde la villa de Elji, siguiendo un tortuoso camino por el fondo de un desfiladero conocido como Siq. Antes de comenzar la garganta, se encuentran unos bloques monolíticos con aspecto de torre y decorados con muy leves molduras y columnillas, conocidos como Djin o bloques de los espíritus. A continuación nuestra vista se recrea con dos curiosas fachadas superpuestas, de notables diferencias estilísticas.

La superior, llamada la Tumba de los Obeliscos, está claramente relacionada con el Egipto ptolemaico, con el que los nabateos tenían importantes contactos comerciales. Por debajo de ella el Triclinio de Bab el Siq o puerta del desfiladero, tumba de fachada coronada por un frontón partido, con distribución interior propia de un triclinio. Se la fecha en el siglo I aC como perteneciente al período clásico del arte nabateo.

Nada más dejarlas atrás se penetra en el Siq, que lleva al corazón de la ciudad. Caminando junto a un canal para el agua, que recorre todo el desfiladero, se ven diferentes inscripciones y hornacinas mientras la garganta se va haciendo más angosta y oscura según desciende el nivel del suelo. Alcanzar su final supone encontrarse de frente con la magnífica fachada del Khasneh al Faroun, el Tesoro del Faraón, quizá el monumento más famoso de Petra.

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publicado por turisrael a las 13:49 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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