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06 de Diciembre, 2008 · General

INVESTIGACION PETRA PARTE DOS


Profundamente excavado en la roca, lo que ha protegido su fachada de los fuertes vientos, consta de dos pisos que alcanzan una altura de 40 m. Hecho todo él en estilo corintio alejandrino, la parte baja ofrece el aspecto de un templo con un vestíbulo que da acceso a tres salas a través de magníficas puertas esculpidas. Por encima dos columnas a cada extremo, coronadas por ángulos de frontón, rodean un tholos, o templete circular, central con la imagen de una Tyche o Fortuna y rematado por un tejadillo con una urna en la cúspide. Es ésta la que ha dado nombre al lugar, pues la leyenda cuenta que los beduinos atribuían todos los edificios de Petra a creaciones mágicas de un faraón, quien escondió su tesoro en una urna y la puso fuera del alcance de los hombres, sobre el tholos del monumento. Ello hizo que durante años los beduinos probasen a romper la urna disparando con sus armas y hacer caer el tesoro.

Estilísticamente no hay duda de su pertenencia a la época en que Petra toma contacto con la cultura helenística, el reinado de Aretas III llamado Filoheleno. Fuese una tumba real o un templo (se ha debatido mucho sobre ello), hay que situarlo hacia el siglo I aC y tener en cuenta su influencia en edificios posteriores.

El camino se abre hacia el oeste, encajonado todavía entre altas paredes, y tras pasar junto a las llamadas calles de las fachadas, una aglomeración de tumbas muy sencillas, con unas simples franjas de almenas escalonadas que corren sobre la puerta y datan de los primeros tiempos del arte nabateo, de inspiración babilonia, alcanzamos el teatro. De tipo griego, esto es, cavado en la roca, parece haberse construido en el siglo I de nuestra era y ampliado ya en época romana hasta alcanzar una capacidad de casi 7.000 espectadores.

Poco más allá se extiende ante nuestros ojos el valle central de Petra, donde se hallaba el núcleo de la ciudad. Siguiendo el camino a la derecha se pueden ver las llamadas Tumbas Reales, las más completas y refinadas, pertenecientes todas a la época de mayor influencia helenístico-romana, del siglo I aC al siglo I dC. La primera de ellas, la Tumba de la Urna, mausoleo de Aretas IV o Malico II, flanqueada por un amplio patio con pórticos elevado sobre una estructura de arcos y pilares, muestra una estampa más propia de un templo romano, con sus cuatro columnas sujetando varios frisos y un amplio frontón. Su cámara principal fue retallada en época cristiana para convertirla en iglesia, según lo testifica una inscripción en el interior que recuerda su consagración como catedral por el obispo Jasón en 447 dC.

A su lado un edificio de colores brillantes y cálidos por los que ha merecido el nombre de Tumba de la Seda da paso a la Tumba Corintia, llamada así por sus capiteles, una de las principales muestras del estilo híbrido, imitación del arte helenístico con elementos clásicamente nabateos, que debió nacer por la influencia del Khasneh. La última de las Tumbas Reales es de tal magnificencia que se la ha llamado Tumba Palacio y alguien ha querido ver en ella similitudes con la domus aurea de Nerón. La fachada, en buena parte construida con sillares sobre la roca, es de un ampuloso helenismo, produciendo un efecto teatral con sus múltiples columnillas y nichos dispuestos en dos niveles, que descansan sobre cuatro esbeltos pórticos coronados por pequeños frontones. El piso superior está semiderruido. Cerca de la Tumba Palacio se alza un edificio muy estropeado pero en el que puede leerse una inscripción en latín que habla de Sexto Florentino, gobernador de la provincia de Arabia hacia 127 dC.

Encaminándose hacia el suroeste se distingue con claridad el curso del Wadi Mousa, junto al que se desarrolló la vida pública de la ciudad. Dejando atrás las ruinas de un pequeño ninfeo, bajo la sombra de uno de los pocos árboles del valle, se entra en la que debió ser la calle principal o cardo maximus, flanqueada por una columnata a ambos lados, al estilo de ciudades como Palmira o Apamea aunque mucho más pequeña. Un buen número de columnas ha sido puesto en pie por el Departamento de Antigüedades de Jordania y actualmente se puede caminar entre ellas sobre los restos del pavimento original. Toda el área tiene una traza urbanística que demuestra la importación de ideas y arquitectos helenísticos para su construcción. La concepción de un espacio urbano como la calle porticada y sus edificios no es, evidentemente, árabe, y hay que pensar de nuevo en Aretas III, el rey de gustos griegos, como el iniciador de una remodelación continuada por sus sucesores y culminada en época romana.

En su lado sur se abren tres grandes espacios, alguno precedido de un pórtico y una pequeña escalinata, que se han identificado como mercados. Debían ser el destino final de una parte de los productos que las caravanas traían, seguramente poco más que los destinados al consumo de los propios nabateos, pues no tienen grandes dimensiones.

Las Caravanas

Dos suburbios, uno al sur, El Sabrah, y otro al norte, El Beida, que constituían dos puntos de acceso a la ciudad fácilmente defendibles, tienen trazas de haber albergado los grandes caravanserais donde se guardarían las abundantes mercancías que llegasen.

Las caravanas tenían en Petra el punto final de un viaje larguísimo en el que recorrían alguna de las numerosas rutas que cruzaban la península Arábiga. Las especias, perfumes, telas y demás mercaderías llegaban de oriente en barcos hasta el golfo de Omán y allí podían elegir entre cruzar el estrecho de Ormuz y llegar a los puertos de Bahrein o Kuwait, desde donde su carga iba directamente a Petra por el norte del desierto arábigo, o bien seguir por la costa sur hasta el puerto de Hadramut y enviar el cargamento por la ruta que sigue hasta la Meca; de allí al gran caravanserai de Dedán, pasando por Medina, muy cerca de Hegra y de Teima, enclaves ya del reino nabateo: la siguiente parada era Petra.

Los productos de Somalia y el resto de la costa oriental africana podían llegar en barcos remontando el mar Rojo a Leucé Comé, que enlazaba directamente con el caravanserai de Dedán, o bien atreverse hasta Aqaba, a un paso de Petra y tal vez su puerto más importante. Caminando unos metros por el cardo hacia el oeste dejamos a la derecha los confusos restos de un edificio identificado como un palacio y algo más adelante, a la izquierda, un amasijo de sillares, tambores de columnas y diferentes fragmentos precedidos de una escalinata nos dan una escasa idea de lo que fue un templo.

Frente a él, en la otra orilla del wadi se alzaba el Templo del León Alado. Se pueden distinguir actualmente dos partes: un pórtico y una sala de columnas o cella conectados por una amplia entrada. La cella tiene cuatro filas de columnas que rodean un altar junto al muro del fondo. Los capiteles están decorados con unos pequeños leones que han dado nombre al templo. Construido en el reinado de Aretas IV, se cree que estaba destinado a la diosa Al-Uzza.

La calle porticada termina ante los restos de una puerta monumental, en realidad la entrada al témenos del gran templo. Está construida a la manera de los arcos de triunfo romanos y daba acceso a un amplio recinto amurallado al que se abren varias dependencias, y en el fondo el Qasr el Bint Faroun o Castillo de la hija del Faraón.

De nuevo los beduinos han atribuido al legendario faraón lo que es un templo de estilo nabateo clásico fechado en tiempos de Obodas II (siglo I aC). Está elevado sobre un podium al que se accede por una escalinata, siguiendo las pautas de los templos clásicos. Un pórtico tetrástilo in antis sobre el que corría un friso de triglifos y metopas decoradas con rosetas y rematado por un frontón triangular le darían un claro aspecto helenístico. Sin embargo su peculiar distribución interior, con una cella especialmente ancha y un sancta sanctorum rodeado de dos capillas laterales forman un edificio casi cuadrado, falto de la profundidad característica de un templo romano o griego. La decoración consistía en placas de mármol adosadas a los muros y paneles de piedra y arcilla engarzados en las paredes, con motivos arquitectónicos similares a los que podemos encontrar en la pintura pompeyana.

Los Dioses

Qasr el Bint era el templo del dios principal de Petra, Dusares, que estaba acompañado por Al-Uzza, venerada en el templo del león alado, en la cúspide del panteón. Dusares es el nombre nabateo de un dios edomita, Dhu-esh-Shera, el señor de Shera o de Seir, nombre que se da en la Biblia a las tierras de Petra. Estaba simbolizado por un bloque de piedra, un betilo, que era al tiempo la morada del dios. Las tribus nómadas cananeas y árabes sacrificaban animales ante grandes rocas erguidas, preferentemente en lugares altos, y derramaban la sangre de las víctimas sobre la misma piedra o en pequeños hoyos junto a esta.

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publicado por turisrael a las 13:57 · Sin comentarios  ·  Recomendar
 
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